CONCEPTO DE RUPTURA EPISTEMOLÓGICA EN PSICOANÁLISIS.
Conferencia dictada en 1981 en la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero por el poeta y psicoanalista Miguel Óscar Menassa.
En una reconstrucción moderna de la historia de las
ciencias, de la historia del pensamiento del hombre, podríamos decir que el símbolo matemático es el primer
acontecimiento simbólico diferente del único símbolo existente hasta su
aparición, es decir, Dios.
Es de una aparente facilidad entender que los procesos de producción científicos
difieren de otro tipo de procesos: los ideológicos, los religiosos, los mágicos.
Este mecanismo
de producción de las ciencias tiene un distanciamiento de la realidad, hay una
ruptura con la realidad y se va a producir después de las matemáticas
cada vez que se produzca un concepto, es decir, cada vez que se produzca un
símbolo va a acontecer este distanciamiento
de lo real de la experiencia sensible.
Deberíamos plantear una especie de tesis que luego nos
permita su desarrollo. Por ejemplo decir: entendemos
por ruptura el efecto cuyo producto es la teoría fundada científicamente.
Ruptura es la distancia puesta con la experiencia sensible.
Ruptura
epistemológica es un tiempo sin retorno, en todos los casos producto efecto
de un trabajo teórico, desde el
cual podemos dar cuenta, como ideológico o precientífico, de todo lo que
acontecía en el campo hasta el tiempo de la ruptura. En psicoanálisis la
obra La Interpretación de los Sueños
funda el campo psicoanalítico porque produce un objeto de conocimiento, el
Inconsciente, y produce con este
concepto un punto de ruptura, es el momento de la obra de Freud desde el
cual podemos mirar todo lo anterior acontecido en el campo y denominarlo ideológico y precientífico.
Miro el sol, reconozco en el sol un astro celeste,
reconozco su existencia, pero desconozco
su movimiento real y confundo su movimiento aparente, sensible, con su
movimiento real.
Miro el sol quiere decir percibo el sol, me manejo con nociones imaginantes, tengo una ideología
acerca del sol y su movimiento, que me dictan mis sentidos. Proyecto una
teoría con esta ilusión que generan mis sentidos. Arribo a la teoría ptolomeica
donde, con ese conjunto de nociones imaginantes, construyo un sistema
imaginario. ¿Por qué digo imaginario? Porque ya tenemos la teoría copernicana,
porque puedo decir imaginario después del acontecimiento de la palabra que nos
reúne: lo que llamamos ruptura.
Por lo tanto revolución
copernicana es el momento en el cual Copérnico
nos enseña que la percepción de nuestros sentidos, lo más evidente para nuestro
hombre, es precisamente ilusorio. Esta revolución nunca se ha asumido
definitivamente; lo más evidente en mí,
mis sentidos, son los responsables de la producción de ilusiones, es decir,
reconocen la realidad pero no saben de ella, sino aquello que padecen.
Momento ideológico por excelencia: reconozco y al mismo tiempo,
simultáneamente, desconozco. Por ejemplo, reconozco tener deseos,
pasiones, sentimientos. Desconozco la dirección de mis deseos, el origen de mis
pasiones. Padezco mis deseos como síntomas. Reconozco el fenómeno, me doy
cuenta que el sol es un astro, que la tierra es un planeta, percibo una
relación sistémica entre ese conjunto, pero desconozco el verdadero movimiento del sistema y confundo la apariencia
con la verdad.
Desarrollo que la experiencia sensible con respecto al
sol es imaginaria, en tanto produzco teóricamente. No me coloco en un lugar
excéntrico del sistema solar con un avión, no me muevo de la silla donde estoy
escribiendo y produzco la verdad estructural del sistema solar, que me dice que
lo que yo veo estando parado sobre la tierra es una ilusión generada por el
lugar que la tierra ocupa en el sistema solar.
Copérnico produce –con su producción teórica- una
herida narcisista en la Humanidad. El Hombre, que tenía una concepción
geocéntrica del universo, tiene que conformarse con que su planeta sea más
pequeño y gire alrededor de otro centro. Esto sería haber transformado, haber
producido un efecto cuyo producto es la teoría copernicana, heliocéntrica, fundamentada
científicamente, que lee como ideológico y precientífico -ahora que está
fundada- lo anterior, el campo del cual proviene.
Los habitantes del paleolítico cuentan con los dedos,
cuentan hasta cinco, después de cinco es infinito. Los caldeos, los fenicios,
los prepitagóricos de la escuela itálica, contaban con los nudillos. Formas
mecánicas donde llegaban a efectuar algunos cocientes, algunas
multiplicaciones, procesos de agregación.
Estoy yendo a la ruptura
por excelencia, ya que por primera vez en el pensamiento contemporáneo (o
lo que podríamos llamar pensamiento
contemporáneo, como todo aquello que viene después de la escritura) hay una
producción denominada científica. Producción que es de tal importancia para la
producción de otras ciencias o de otros universos científicos, que, podríamos
decir, la producción del número
natural es el “inconsciente” de la producción científica en general.
Antes del número
natural los intercambios se realizaban en la realidad entre objetos reales. En un lugar del intercambio estaban los dedos, el
ábaco, las piedritas y en otro lugar del intercambio, también como objeto real,
estaba lo que se iba a cambiar: vacas, mecheros.
Podemos decir, desde nuestro saber actual, que para
que aquella operación fuera posible, los sujetos del intercambio tenían que
tener un concepto imaginario de cantidad.
Cuando yo pedía 3 mostrando mis dedos, si me daban más o menos que mis 3 dedos,
ese registro imaginario de cantidad me hacía notar la diferencia. Registro imaginario de cantidad y registro
imaginario de valor, en tanto, antes de la aparición de la producción de la
serie de los números naturales, el hombre no solamente intercambiaba 3 por 3,
sino que también intercambiaba 3 por 10. Tenía concepto imaginario de valor,
intercambiaba 3 vacas por diez ovejas. Y esto no era porque el de las 10 ovejas
era estafado por el de las 3 vacas, sino porque había un concepto imaginario de
valor que decía que 3 vacas eran equivalentes a 10 ovejas.
Con la
producción del número natural cae asesinado, como dicen los teóricos, uno de
los conjuntos reales que intervenían en el intercambio. Cuando del criterio
de agregación de elementos reales que se usaban para contar, un dedo y otro y
otro, se pasa a la operación formal
abstracta de la suma, ya que no necesito para el intercambio uno de los
objetos reales. Ahora me guardo los dedos en los bolsillos y digo el número 3
que es un símbolo. La producción del
símbolo permite ahora darle número a la cantidad sin necesidad del objeto real.
Reconozco mis deseos, padezco, inhibo, reprimo mis
deseos, pero desconozco la estructura determinante de mis deseos.
Reconozco el sol, desconozco su movimiento real y
confundo por real su movimiento aparente.
Desconozco la causa productora de mi deseo pero
padezco y reconozco, en esa conducta, un deseo.
Toda ciencia
proviene de un campo que por ahora nosotros vamos a llamar precientífico o
ideológico. La ciencia, para ser, necesita
trabajar materia prima. La materia
prima, que se trabaja en lo que conocemos como producción de una ruptura, son
las nociones.
No es materia natural, no es palabra, no son frases
sueltas. Son nociones y las nociones son
las unidades del discurso de la ideología. Si no me preguntan sé, si me
preguntan no sé. Esto es lo que cualquier hombre puede llegar a decir de
cualquier noción. Si no me preguntan por el tiempo sé, el tiempo de mi vida, el
tiempo del amor, del trabajo, de mi descanso de mi excitación sexual. Si me
preguntan por el tiempo no sé. No sé qué decir. Reconozco en mí el pasaje del
tiempo, desconozco los instrumentos formales que me darían un conocimiento del
tiempo.
Antes de la fórmula de la velocidad, por ejemplo, las
nociones con las que trabajaba el campo físico (nociones de velocidad, de
espacio, de tiempo) no podían concluir en una formulación tal que diera cuenta
de esos procesos. Pero no eran simples imaginerías, eran nociones. Si un móvil
llegaba más rápido que otro móvil recorriendo la misma distancia, podíamos
decir que era más veloz, o podíamos ser un niño diciendo que eso era velocidad,
o que el tiempo es algo que transcurre.
Estas nociones,
unidades del discurso de la ideología física, no pueden producir una
formulación abstracta, hasta que no se las trabaja con un instrumento
proveniente de las matemáticas: las magnitudes geométricas.
La elemental física de Galileo acontece 2.000 años
después del procesamiento de las magnitudes geométricas. Magnitudes geométricas
que tomamos de la geometría, sin contenido, lo que tomamos es la abstracción y
todas sus leyes. En ese vacío formal que la física toma de las matemáticas, es
donde ahora vamos a generar una abstracción tal que me permita saber la
velocidad, el tiempo y el espacio por la relación invariable que establezco
entre ellos con el instrumento tomado de las matemáticas (el vacío formal del
concepto de magnitudes geométricas -- = --, sus leyes de relación) y así llego,
mediante un trabajo de producción teórica, al concepto formal abstracto donde
velocidad es igual a espacio sobre tiempo, donde el tiempo es igual a espacio
sobre velocidad y espacio es igual a velocidad sobre tiempo. Tengo un concepto
formal abstracto.
Kant produjo una
ruptura porque en un mundo esencial donde el conocimiento proviene de los
objetos –y los objetos son divinos- pone un sujeto cognoscente;
produjo por primera vez en la historia del conocimiento la posibilidad de
acercarnos al mecanismo de producción de
conocimiento.
Freud, retomando a Kant, explica que el sujeto había
tenido tres heridas narcisísticas
profundas: la revolución copernicana, la revolución de Darwin en tanto
descentró al sujeto biológico, el hombre que era el centro de la cadena
biológica pierde ese lugar y ahora es sólo eslabón de la cadena de los seres
vivos. La tercera herida narcisística,
dice Freud que pretende que así lo sea, es la producción de la teoría del
inconsciente, que descentra al sujeto de la conciencia y lo supone
determinado por un sistema más arcaico, diferente de la conciencia, que no sólo
se diferencia de ella, sino que también la determina y la genera. Si la revolución copernicana nos muestra la
certeza sensible como incapaz de producir conocimiento, la revolución freudiana
nos muestra el pensamiento consciente como incapaz de producir pensamiento;
subvierte el cogito cartesiano. Ese hombre que piensa donde es, porque la
ideología que lo cobija es su ser consciente, se transformará en pienso donde no soy, en el
inconsciente.
Podríamos decir que Freud omite la herida narcisística
que produce el materialismo histórico,
omite aunque no desconoce la teoría del valor, donde el sujeto social deja de ser el sujeto individuo para pasar a estar
determinado por las relaciones sociales. Se descentra el sujeto social; no elijo ser una posición en el sistema
de clases, sino que el conjunto de mis relaciones sociales determina mi
posición en el sistema.
La lingüística, unos años después de la producción de La
interpretación de los sueños, produce también su objeto de conocimiento
–que como en todos los casos que estamos viendo- nada tiene que ver con la
cosa. Y así como en 1900 hay una
separación definitiva entre el inconsciente y la conciencia, en 1906/07 la lingüística produce una separación
definitiva entre la palabra y la cosa.
Todas estas producciones hacen que el hombre viva una serie de
descentramientos, que descubra o produzca relaciones de él con los otros y de
él con el universo, donde en todas aparece como una parte excéntrica del
sistema que se compromete a descubrir o a producir. Es como si todas estas
ciencias fueran descubriendo una carencia en el hombre, carencia de la cual,
pareciera ser, se parte para poder ser.
El inconsciente, en su expresión, nunca va a coincidir
con aquello que es, en tanto para su expresión, por su manera de haber sido
constituido, necesitará una transformación.
Necesitamos como
un pensar a contratiempo para ingresar en estos campos de las ciencias
conjeturales. Las prácticas científicas no pueden ser
prácticas teóricas solamente ni prácticas técnicas solamente. Parece ser
que la actividad científica se
caracteriza por una compleja articulación entre la práctica teórica y la
práctica técnica. Esa articulación compleja, de la idea sensible al concepto formal abstracto, y del objeto formal
abstracto a la determinación del objeto sensible.
Esto sólo lo podemos decir una vez operada la ruptura.
Una ciencia, un campo teórico, produce
una ruptura que lo transforma en ciencia cuando se ha producido el objeto de
conocimiento.
Antes de la producción del objeto de conocimiento, el
inconsciente, era absolutamente imposible saber nada de la realidad
inconsciente, no podía haber práctica científica.
¿Qué tiene de malo la práctica ideológica? Solamente que es ciega a su determinación, no puede prever los resultados, y frente a
cualquier obstáculo de la realidad se transforma.
Inconsciente, objeto de conocimiento con el cual ahora
voy a la práctica técnica psicoanalítica, llevando el objeto de conocimiento
como instrumento; el concepto inconsciente y la articulación con los conceptos
de campo. Instrumento con el cual las
ciencias van a transformar la realidad, van a ejecutar la práctica técnica.
Antes de la ruptura, en el trabajo precientífico voy
desde el objeto sensible a la formulación del objeto formal abstracto. Después
de la ruptura cambia el sentido de la investigación: voy desde el objeto de conocimiento, de los objetos formales abstractos, a
la determinación de lo real. En
las ciencias conjeturales lo real no existe sino al final. Lo real sólo
existe después de haber producido el objeto de conocimiento y sólo existe
después de haber producido el objeto de conocimiento y transportarlo a la
práctica técnica como instrumento, y ahí recién conozco el inconsciente de una persona determinada, objeto real.
En psicoanálisis
hablamos de una ruptura a nivel teórico, filosófico y a nivel ideológico. Estamos hablando de la ruptura teórica: aquel
descentramiento que produce la teoría del inconsciente en el sujeto del inconsciente
respecto de su conciencia. La ruptura
filosófica es donde el psicoanálisis, como modo de producción científica, parte para investigar el campo, del
último efecto producido por el sistema, es decir, ya no es una ciencia de
causas. Cuando estudio los sueños, en lugar de empezar la investigación en
el deseo inconsciente, la causa de la producción del sueño manifiesto, como
hubiera hecho Laplace, quien pensaba que si poseía todas las causas, podría
determinar la producción de todos los efectos. Positivismo lógico. Freud, a
partir del último objeto del sistema, el sueño contado, es decir, deformado por
el soñante, la palabra, el síntoma, no la parálisis braquial, produce una ruptura en el lugar donde
determina cuáles son los procesos del conocimiento científico.
Por lo tanto el psicoanálisis es una ruptura
filosófica al determinar que el proceso de investigación psicoanalítico es un
proceso que parte de los efectos, determina una ruptura filosófica en el lugar
donde la filosofía habla de la producción del conocimiento. Por lo tanto el psicoanálisis puede ser una de las
ciencias piloto para la redefinición de la filosofía.
Si parto del efecto y voy reconstruyendo operaciones,
entonces interpreto la causa. Tengo el sueño manifiesto, la asociación libre
determinada técnicamente y ahí luego hago construcción de operadores y digo,
desplazamiento y condensación, puesta en escena, simbolización. Con esto
construyo, interpreto la existencia de una fuerza capaz de actuar sin
mostrarse. Una fuerza que proviene de un lugar diferente de donde acontece el
hecho, pero que tiene la capacidad de producirlo. Construyo, interpreto una
fuerza a la que denomino: deseo inconsciente. Después de hacer esta
construcción teórica, debemos especular que el trabajo real del sueño es el
siguiente: la materia prima es el deseo inconsciente, los instrumentos que
actúan sobre el deseo inconsciente son la condensación y el desplazamiento y se
produce el sueño manifiesto –trabajo real del sueño-. Si pensamos que el psicoanálisis tendrá que inscribirse socialmente en
lo que normalmente se llama salud mental, pedagogía, familia, tendríamos que
pensar que sería mejor poder regular y prever las transformaciones, tanto las
pedagógicas como a nivel de la salud y la familia. Y si no disponemos de
una estructuración teórica, si sólo disponemos del bienestar que nos brinda la
ideología, nunca podremos regular ni prever las transformaciones producidas.
Esto quiere decir que comienzan a complicarse las cosas. No es que el trabajo
ideológico no produzca efectos, el
trabajo ideológico produce efectos. La psicología conductista también cura
pacientes, el psicoanálisis kleiniano, la medicina general, el arte de bordar,
los viajes rápidos a Grecia, también curan pacientes. Pero estos métodos, aplicados al campo psíquico, no pueden regular ni
prever los efectos que producen. Por lo tanto no pueden hacer ni diagnóstico,
ni pronóstico, ni plan de tratamiento.
Si algo vimos hasta aquí, nos permitimos pasar de los
caldeos a 1895, donde la conciencia era el centro de todos los fenómenos
psíquicos, donde la histeria era confundida con un capricho o, en la mayoría de
los casos, como una producción orgánica que afectaba, no se sabía por qué, los
procesos psíquicos.
En este campo precientífico (anterior a La
interpretación de los sueños) Freud comienza a trabajar sus primeros
escritos. Él es el más grande de los
conciencialistas, el último.
Quiero decir que una
lectura productiva de la obra de Sigmund Freud requeriría también una lectura
epistemológica de su obra, en tanto Freud no es todo el tiempo aquel que
produce el concepto inconsciente. Él también es un racionalista que duda.
También sueña si va a terminar creyendo que los procesos psicológicos se
transforman psicológicamente, o si cuando el proceso psicológico ha invadido el
cuerpo debe aplicar la medicina, la biología, para su tratamiento (análisis del
sueño de Irma).
La producción teórica se moviliza y se cuestiona en
contacto con el experimento. Es Anna O. la que le dice a Breuer, por favor déjeme
hablar, es Emma la que le dice a Freud, no me hipnotice más, cambie de técnica,
la hipnosis no sirve para el objeto que usted está investigando, el
inconsciente.
Como Freud tenía intención que su tarea sea
científica, no sólo modifica la técnica, sino que va a revisar la teoría. Es
Emma quien le dice, por favor, déjeme contar los sueños. Y es Elizabeth quien
lleva a Freud en la relación transferencial a que escriba el Proyecto de
Psicología. Producción en la que Freud intenta dar un fundamento científico
a su descubrimiento. Y científico para Freud en 1895 era con el modelo de las
ciencias naturales.
Es también Elizabeth quien dice a Freud, por favor no me interrumpa. Hablar y
soñar sin interrupción son características fundamentales del objeto inconsciente.
Palabras que nunca escuchamos o si escuchamos estaban
articuladas de otra manera. Todo eso ocurre en la página donde Freud escribe
qué es el sistema inconsciente por primera vez en la historia de la psicología,
cuando Freud produce el objeto formal abstracto: Inconsciente. Se produce; si después no cristaliza social o
ideológicamente no es un problema de la ciencia, es el problema de la
transformación de la sociedad en la cual la ciencia colabora como cualquier
disciplina, es decir, en la articulación de las prácticas. Es un problema
de la ciencia en el lugar donde le corresponde practicar con otras disciplinas
un conjunto armónico de transformación. La ciencia es importante en el campo
científico que se quiere producir; vamos a hablar del hombre psicológico, del
ser psíquico, y ahí es importante la ciencia.
La importancia de la ciencia, hemos visto, es
relativa. En el gran mundo, dentro de la
metáfora de todo lo posible que es la realidad, la ciencia es un punto minúsculo, que sabe todo pero solamente de
aquello que determina. Del inconsciente que se reprime para poder un hombre
social, de eso el psicoanálisis lo sabe todo, pero solamente de eso. El inconsciente que se reprime por otros
motivos o que no se reprime o que aparece como magia o como ideología, no es
objeto del psicoanálisis.
Así como el principio de constancia fue tomado por la
ciencia, instrumentado, redefinido y fue útil para la producción de una ciencia
de lo intersubjetivo, el instrumento teórico psicoanalítico, su concepto de
inconsciente, puede ser redefinido en otras prácticas ideológicas y
transformarlas en prácticas científicas. Desde 1930 se trata de trabajar en el
campo de la ideología, tratarla con el instrumento psicoanalítico, ya que se
sabe desde Marx que la ideología es inconsciente.
Llevados por la similitud de las palabras y de las posibilidades, varios
científicos intentaron esta unión entre psicoanálisis y marxismo. Desde las
equivocaciones sexuales de Reich dentro del campo, hasta las equivocaciones de
Marcuse, hasta los errores filosóficos de la escuela italiana, incluido
Luporini, que fue uno de los primeros en decir, desde el marxismo, que el
psicoanálisis podría ser instrumento
teórico para la producción de una teoría de las ideologías.
Quisiera dar a entender que no quiero ser puntual, que
seguramente por otros motivos que los que diré, la Escuela de París, Althusser
entre ellos, aunque los resultados eran diferentes, les guía el mismo principio
que a los marxistas italianos. Es decir, parten de un déficit teórico, punto de
partida para que otra ciencia, el psicoanálisis, pueda ser un instrumento de
lectura de las ideologías. A partir de ese momento se está tratando de procesar
si el Psicoanálisis es o no una ciencia.
El discurso de Mario Bunge se inscribe dentro de esta
polémica. Es muy importante para el positivismo lógico, negar la cientificidad
del psicoanálisis, el psicoanálisis pasaría a ser el instrumento de precisión
en el campo de las ideologías.
Esto dio de ganar al marxismo en el sentido que el
marxismo carecía, hasta el acontecimiento del psicoanálisis, de una teoría del
sujeto. Como precisamente Marx lo dice, esto que estoy explicando no sirve ni
para el amor, ni para el arte. Si no sirve ni para el amor ni para el arte, no
sirve para el sujeto. Por lo tanto, la
teoría del valor o la teoría de la historia no sirve, no da cuenta del sujeto
del arte y del sujeto del amor. No era posible una revolución –como la
historia lo demuestra- cambiando solamente las estructuras de producción de
mercancías. Era necesario para la
revolución, cambiar las estructuras de producción de mercancías, de la
producción de ideología, de la producción de amor y de la producción de arte.
Eso estaba más independiente de lo que se suponía de
la infraestructura. Entonces, Marx escribe dos prólogos al Método de la
Economía Política. Uno en el 57 y otro en el 59. El que funciona en los
partidos marxistas, en los gobiernos comunistas, es el segundo prólogo, donde
él aclara que la infraestructura
económica es la estructura determinante. Sin embargo, en el prólogo del 57
Marx muestra claramente cómo sin una
dialéctica precisa entre la infraestructura y la superestructura, es decir, la
ideología, el amor, el arte, la ley, era absolutamente imposible la
transformación de las estructuras.
No bastó la transformación de la estructura económica
de producción para que la familia cambiara de padecer y de parecer. Después de
cincuenta años, en la Unión Soviética las familias vuelven a recuperar a sus hijos,
el gobierno soviético prefiere ahora que la mujer embarazada, a punto de tener
el niño, tome vacaciones. Esto es un triunfo de la familia sobre el estado
comunista soviético en tanto éste había decidido -y esto duró cincuenta años-
que los niños al nacer pasaban a las guarderías del Estado para que la madre no
abandonara la producción. Y eso que era una reivindicación de la mujer: se
transformó en una vuelta de la mujer al hogar, a cuidar a sus hijos, es decir,
a ser la dueña una vez más de la ideología que va a transmitir a su pequeño
vástago.
Sin una
transformación de los modelos ideológicos que forman la familia, que forman a
los hijos, que educan a los adolescentes y que enseñan a los universitarios, no
puede haber transformación de las sociedades ni de las relaciones de los
hombres y mujeres de esas sociedades.
Lo más interesante que quiero mostrar, es que entre el
prólogo del 57 y el prólogo del 59 de Marx, la única diferencia es que el
primero era muy difícil de hacerlo político, era demasiado teórico, hablaba de
una armonía entre la producción de la mercancía y la producción de sentido,
entre la ley que regulaba el trabajo y el contrato de trabajo. No como nosotros
sabemos que la ley que regula el trabajo se genera en la fábrica; la ley no se
genera entre los legisladores del trabajo, sino entre el patrón y el contrato
que según el grado de desempleo obtiene plusvalía absoluta o relativa, y desde
ese contrato de trabajo eso se jerarquiza como ley.
El prólogo del 59 pasa porque pasa la ideología,
porque entre las dos cosas que hubiese preferido Marx: que se procesara teóricamente la realidad, los marxistas hemos
preferido hasta ahora procesar ideología. Marx llega a decir que no vayan a
pensar que un burgués es un señor con cadena de oro en el vientre. Eso que
normalmente se utiliza para muchos motivos, ha servido para mostrar cómo la
historia del hombre es discontinua, para mostrar que no hay ninguna sociedad eterna, ni siquiera la sociedad burguesa,
que toda sociedad es producto histórico de la transformación de una sociedad
anterior. Por lo tanto, toda sociedad
puede generar otra sociedad.
El marxismo produce este punto de discontinuidad
histórico sin el cual el hombre no sería hombre. Si nada hubiese pasado entre
el mono y nosotros, si no hubiese habido una discontinuidad, si no se hubiese
producido una ruptura, no seríamos hombre, seríamos mono.
Lo fundamental de esta teoría, para nosotros, es el
tiempo que maneja el marxismo, el que maneja el materialismo histórico, el que
impone la palabra recurrencia, es
decir, que yo no podría -diría Marx-, en la sociedad feudal, saber que iba a
venir la sociedad burguesa. Pero puedo, desde la sociedad burguesa, leer en la
sociedad feudal, aquellas causas que produjeron la sociedad burguesa. En la
sociedad burguesa actual no puedo saber qué va a pasar después, pero puedo,
después de pasado, encontrar desde ahí, en esa prehistoria, los modos en que se
produjo esa nueva situación.
Y así, de esa manera, debemos entrar en lo que se
llama el tiempo del psicoanálisis. Freud, en la desesperación en demostrar que
el tiempo del inconsciente era diferente al tiempo de la conciencia dijo: en el
inconsciente no hay tiempo. Con esto quería decir que el tiempo del reloj no sirve
para medir el tiempo de los procesos inconscientes.
Son varias las rupturas que se producen con la
producción del inconsciente. Una ruptura con respecto a la conciencia, en tanto
el centro del psiquismo humano no será más la conciencia sino el inconsciente.
Una ruptura con respecto a la filosofía de la producción científica, en tanto
parte de los efectos últimos del trabajo inconsciente, el habla y, por un
trabajo de interpretación psicoanalítica, produce la estructura determinante de
dicho efecto. No tiene primero la causa y luego el efecto. Parte de los
efectos, los trabaja como materia prima -como materia natural ya trabajada- y,
por un proceso de construcción, produce teóricamente la estructura que lo
determina. El tiempo de este proceso va de adelante para atrás y no de atrás
para adelante como el tiempo del reloj.
El tiempo del
inconsciente es el futuro anterior, que
es un tiempo diferente al de nuestra conciencia, al que usamos cuando vivimos
nuestra vida cotidiana. Decimos, entonces, que el inconsciente produjo también una ruptura con respecto a
la vida.
Cuando mi mamá me quita el pecho a los cuatro meses no
me doy cuenta de nada. Me doy cuenta cuando dentro de unos años –que pueden ser
1, 2 ó 35- comprendo que los niños pequeños toman el pecho. El inconsciente se constituye por après
coup, por recurrencia, por acción diferida, funciona en mí sin que yo sepa
nada de él, pero es un saber que sin saber poseo. Y éste es el nuevo campo ideológico que abre el
psicoanálisis: el de un saber no sabido por el sujeto.
Y si sangra el hombre por varias heridas, con la producción del inconsciente, fue
también una herida (creo del mismo calibre) decirle al hombre que la vida sexual tenía tamaña importancia en su
vida psíquica.
FREUD Y LACAN - HABLADOS - 1
Miguel Óscar Menassa
Editorial Grupo Cero
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Miguel Óscar Menassa
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